6 de octubre de 2006

La educación para la libertad.

Ángela Botero

En su sexto apartado, La Carta de Derechos Humanos Sexuales y Reproductivos nos dice, por si no lo sabíamos, que tenemos “Derecho a la información y educación, incluyendo el acceso a una información completa de los beneficios riesgos y efectividad de los métodos de planificación familiar”.

El enfoque de este Derecho tiene una línea especifica que tiene que ver con la educación sexual en la infancia, la adolescencia y la juventud, y no precisamente porque las y los mayores ya lo sepan todo, pues el desconocimiento frente al propio cuerpo y nuestra sexualidad tanto en el plano biológico, como psicológico y social esta a la orden del día en todas las edades. Es decir, que si los y las adultas tenemos poca y mala educación sexual, ¿qué esperamos de las generaciones menores?. Esa carencia social es la que nos lleva a proclamar estos derechos para que las nuevas generaciones tengan una mejor vida sexual y reproductiva.

Vivimos en una sociedad que le tiene miedo al conocimiento, sobre todo al conocimiento sexual, pues pareciera que la ignorancia protegiera, “es mejor que no sepan para que no lo hagan”, “ya tendrán tiempo para aprender cuando les toque, todo a su tiempo”. Y, entonces, cuál es el tiempo para aprender, si la educación se vive desde que se nace hasta que se muere.

La sobreprotección lleva a la infantilización de las personas, no se puede proteger de la sexualidad a nadie y es mejor vivirla con conocimiento que enfrentarse a ella con la sorpresa de no saber ni qué hacer, ni cómo, ni por qué?

Esta creencia es un mito que justifica la ignorancia sexual como un elemento de protección, lo cual es totalmente falso ya que es todo lo contrario, pues, la educación es un factor de protección que abre posibilidades ante la adversidad.
Pero no hablamos de una educación al estilo del mito de la “cigüeña” o de la “dudosa e virginidad, es más, pareciera que virginidad es sinónimo de ignorancia.

No, estamos denunciando que la actual situación de vulnerabilidad ante las enfermedades de transmisión sexual (ETS), embarazos y abortos indeseados y frustraciones afectivas y sexuales son consecuencias directas de la mala educación centrada en la moral cristiana impuesta, si no hubiese contrapeso social, la moral cristiana implantaría el derecho negativo que sólo busca penalizar los “desvíos” del camino trazado desde la educación en un horizonte homogéneo para toda la sociedad.

Hay que reconocer que educación sexual si que hemos tenido, pero, ¿de qué tipo y qué es lo que se nos ha enseñado?. Una posible respuesta nos llevaría a plantear que es indispensable cambiar los esquemas e introducir elementos actuales a edades tempranas para generar una conciencia sexual fundada en la diversidad y en la libertad como generadora de autonomía responsable y respetable.

Información no es lo mismo que educación y, ni la una ni la otra se logran con campañas desarticuladas, por eso mucha gente se pregunta “pero qué les pasa a estos jóvenes que con tanta información que tienen les pasa lo que les pasa” Yo les contesto que la información es necesaria pero no suficiente, está muy limitada, no llega a todos y todas por igual, es contradictoria, vaga y poco estratégica. Ahora yo les pregunto a ustedes, la campaña del “póntelo, pónselo” fue efectiva?, ¿qué quiere decir eso? O, es que la educación sexual se reduce a un preservativo?

Es necesario diferenciar entre campaña, información y educación y, de igual manera hay que medir la efectividad de estos procesos comunicativos tendientes a formar a la población en temas relacionados con el disfrute y goce de sus derechos desde el autocuidado de la salud sexual propia y de las y los demás.

En todas las épocas se ha intentado desacreditar a adolescentes y jóvenes con descalificativos tales como “no sirven para nada...”, “es que en mis tiempo la juventud era...pero ahora son unos pasotas”. Si a este discurso le oponemos la arenga de “la juventud, divino tesoro” o esta que es más contundente “los y las jóvenes son el futuro del mañana”, entonces, ¿cómo es eso de no sirven para nada a la vez que son el futuro?

Exigirle a la juventud que dé lo que no ha recibido, que sepa de sexualidad responsable sin haberla enseñado, sin un plan de enseñanza curricular y familiar, es demasiado pedir. Sin embargo hay jóvenes autodidactas que se acercan al conocimiento atravesadas por dudas y necesidad de vivir con plenitud la vida y con ella la vida sexualizada en cualquier dirección.

“(...)Debería facilitarse a los adolescentes información y servicios que les ayudaran a comprender su sexualidad y protegerse contra los embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual y el riesgo subsiguiente de infecundidad. Ello debería combinarse con la educación de los hombres jóvenes para que respeten la libre determinación de las mujeres y compartan con ellas la responsabilidad en lo tocante a la sexualidad y la procreación(...)” Plan de acción de la CIPD, el cairo, 1994, párrafo 7.41.

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