29 de mayo de 2008

Los Calvo Ocampo: una historia de sueños y dolor.

Diario La Tarde

Las historias de familia son también el registro de la historia del país. La cultura, el crecimiento económico, la superación, los dolores de la violencia y el desarrollo político de una región o una nación están escritos con historias de vida. Un ejemplo de ello es la familia Calvo Ocampo, que tiene sus raíces en el Eje Cafetero, especialmente en Pereira y Cartago. Su álbum de familia guarda los sueños de más de una generación soñadora que no renuncia, las cicatrices de la violencia que no cesa en perseguirlos, la sonrisa alegre de los festejos, las fotos de los triunfos de los que todo lo han superado; y sobre todo, el testimonio de la palabra, esa que al fin de cuentas, ha sido la principal arma con la que han buscado sus ideales. Como si hubiera sido poco, de nuevo en estos días de mayo, la mano asesina se ensaña contra ellos. Como muchas otras, los Calvo Ocampo merecen un lugar en la historia.

El más carismático, alegre, amiguero y también bohemio de los hermanos, Oscar William Calvo Ocampo, como muchos intelectuales, profesionales y dirigentes de hoy, desplegó su inteligencia y su rebeldía juvenil en las ideas del marxismo-leninismo. Muy joven formó parte del comité central del Partido Comunista M-L, brazo político clandestino del EPL. En los diálogos de paz durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), fue designado como vocero público del EPL, brillando en el escenario político nacional como el primer dirigente de la izquierda marxista en Colombia que propuso la Asamblea Nacional Constituyente como el escenario propicio para un gran pacto de Paz. Su brillo intelectual y su futuro político eran equiparables al de Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro Leongomez; con ellos dos conformaba un trío de adalides de la izquierda colombiana que arriesgaron todo porque la lucha política se desligara de la “combinación de todas las formas de lucha”. No más rota la tregua en ese proceso, la máquina de la muerte operó para quitarle la vida en una céntrica calle de Bogotá el 20 de noviembre de 1985. Se segó una brillante carrera política y una oportunidad para la paz. Estos asesinatos no cambiaron el rumbo, los miembros del EPL y su brazo político, transitaron de la lucha armada a la lucha política democrática, incorporándose al proceso político de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

En la Colombia de la tenaza excluyente del Frente Nacional y del Estado de Sitio permanente, Jairo de Jesús Calvo Ocampo, encarriló su inteligencia y compromiso social también en las ideas del marxismo-leninismo y como muchos jóvenes latinoamericanos de la época, optó por la lucha guerrillera. Fue conocido como el comandante “Ernesto Rojas”, máximo dirigente del EPL (Ejército Popular de Liberación). Su vida como militante revolucionario fue integra, ajustada ética y moralmente al idealismo socialista de los años setenta, sin las manchas de narcotráfico o actos de terrorismo. En los años ochenta, cuando lideraba en su organización una tendencia por una salida de paz, el abandono de la lucha armada y una apuesta a fondo para que las ideas socialistas se defendieran sólo mediante una acción política civil y democrática, fue detenido, torturado y asesinado cuando pretendía acudir, desarmado y sin guardas de seguridad, a una cita en el sur de Bogotá el 15 de febrero de 1987.

Héctor Calvo Ocampo nunca se involucró en las aventuras idealistas de sus hermanos revolucionarios. Apartado de todo asunto político, se dedicó al comercio en la ciudad de Cartago, a donde fue a buscarlo la máquina de la muerte. La ceguera contrainsurgente no le perdonó sus vínculos de sangre que lo hacían sospechoso de rebelión y le aplicó la pena de muerte en un restaurante de Cartago el 4 de enero de 1986. Por poco, ese día también asesinan a una de sus hermanas que por fortuna sólo salió herida.

Fabiola Calvo Ocampo, licenciada en educación de la UTP, periodista y escritora, salvó su vida y la de su esposo e hijos, por la tortuosa ruta del refugio político en Europa. Una foto de su autoría, publicada en primera página por el diario LA TARDE, fue clave para demostrar que la policía si utilizó armas de fuego para reprimir una protesta cívica en el municipio de La Virginia en los años ochenta. Su brillo intelectual, su lucha por la sobrevivencia y su compromiso con la justicia prosiguieron su maduración en la civilidad europea, en donde fue reconocida con premio de periodismo por el Parlamento Europeo en 2007, gracias a sus trabajos a favor de las causas del feminismo y los inmigrantes.

Ahora, en mayo de 2008, la mano asesina de la intolerancia al servicio de intereses oscuros, vuelve a traer el dolor a los Calvo Ocampo. En la noche del viernes 16 de mayo, sicarios asesinaron a Andrés Felipe Llano Calvo al salir de su trabajo en Carrefour –Cartago. Era líder comunitario de la fundación “Amor Cívico por Cartago” y miembro del Partido Polo Democrático. También había publicado cuentos y poemas a su ciudad natal. Su único antecedente, según revela el diario El PAIS, fueron las denuncias públicas que sostenía en medios de comunicación contra políticos de la ciudad, aparentemente ligados a capos del narcotráfico. Había hecho públicas las amenazas contra su vida, pero la “seguridad democrática” fue incapaz de brindarle protección.

Aunque corro el riesgo de que en el actual escenario de insensata polarización se distorsionen los contextos que recuerdo en esta columna, expreso mi pública solidaridad a la familia Calvo Ocampo por este nuevo hecho de luto y dolor. Lo hago porque a pesar del drama que los persigue por décadas, no hay en los que sobreviven sentimientos de venganza o rencor. Por el contrario, mantienen un corazón abierto, esperanzador; en pie de lucha sí, pero en la reglas de la democracia y la civilidad. Y, dándole aliento a toda la descendencia, está una mujer, aunque invisible para muchos, ejemplarmente fuerte frente al dolor: la madre y abuela Pastora Ocampo. Una frágil figura de mujer madura, que irradia valor, esperanza y reconciliación.

Germán Toro Zuluaga

Mayo de 2008.
German.toro@almamater.edu.co