27 de marzo de 2006

África: entre nubes rojas y rezos árabes

Por Argelia Villegas López*

"Solo voy con mi pena.Sola va mi condena
Correr es mi destino.Para burlar la ley
Perdido en el corazón.De la grande Babylon
Me dicen el clandestino.Por no llevar papel".
"Clandestino". Manu Chao"

Meknes, Marruecos. (Febrero 2006).- El estrecho de Gibraltar es una barrera natural entre dos países: España y Marruecos; entre dos continentes: Europa y África; entre dos mares: el mar Mediterráneo y el Océano Atlántico; entre dos religiones: la cristiana y la musulmana; entre dos culturas: la occidental y la oriental. Incluso geológicamente, el estrecho representa la fisura de las dos placas tectónicas: la placa de Eurasia y la placa Africana. La profundidad en medio del estrecho es de 1.400 metros. En ningún sitio en el mundo existen tantos contrastes en una distancia tan corta.
Para llegar tenía dos opciones: el cielo o el mar. Yo elegí el mar, aunque estaba lloviendo y aún el sol no nacía. Fue un antiguo Ferry, que en sus buenos tiempos fue lujoso. Su cuerpo era blanco y enorme. Pasé un riguroso control de aduanas. Tras sellar el pasaporte me exigieron dejar mi exceso de equipaje: mis profundas ojeras y tres kilos de besos sin dueño.
Debía estar muy despierta, con los ojos limpios y los labios libres, pues el mar es celoso y exije total entrega para vivirlo. Se trataba del Estrecho de Gibraltar, la única abertura natural del mar Mediterráneo hacia los océanos del mundo, el cual tiene sólo 13 km de anchura, e infinita vida.
Yo hablé con el mar, le pedí permiso para penetrarlo, le entregué antes mi cuerpo en arenas andaluces. El inicio del trayecto fue pausado y lento, conforme se avanzó camino el cuadro de paz se convirtió en un incesante laberinto de emociones. África saluda plena y pasional, recién aparece a lo lejos vestida de nubes rojas.
Las olas iniciaron su palabra azotando el Ferry como burbuja en el aire, en esos momentos la brújula de mi llavero se volvió loca y los celulares perdieron señal. Eran unas olas infinitas y blancas que golpeaban con fuerza los cristales del barco que por momentos tuvo que detener su paso y hacerse de papel ante los caprichos de la marea irrevocable y bellamente impasible. Es el mar y sus razones, son las olas y su abecedario alboratado.
Es el Estrecho de Gibraltar donde el viento azota de forma única, donde se han descubierto remolinos de agua con fuerzas descomunales. Un pasaje corto e intenso.
En esos instantes algunas mujeres marroquíes iniciaron rezos, mientras otros más acudían mareados al baño. A mi lado una mujer vestía un "jelaba" blanco, que en el mundo islámico este color representa luto por algún ser querido, son muy similares a las burkas.
Era ella la más tranquila. no hablaba español pero gracias a su hija, que sirvió como intérprete, me explicó que estábamos exactamente donde el Mediterráneo y el Atlántico se encuentran, que no debía sentir temor pues estábamos en un punto álgido donde mareas distintas dialogan, donde las corrientes más extrañas e intensas se mezclan.
Mis dos compañeras conocían ese golpeteo de olas desde hacía diez años que cruzaban de Algeciras a Marruecos. Yo me levanté con el alma desordenada y me encaminé a la proa del barco a sentir plenamente el delicioso lenguaje marino, mientras me embarazaba de un sol tibio y lengua árabe.
Es también este pasadizo salado, mágico y rebelde, al que desgracidamente se entregan miles de cuerpos y almas desesperadas por el hambre que azota en África, es este punto salado y revuelto donde mueren niños, mujeres, familias enteras en el arriesgar por salvar sus vidas. No es un ferry quien los cruza al otro continente, es una barca de maderas y clavos oxidados la que abraza sus cuerpos durante días para llegar a España. Algunos llegan, otros dejan aqui sus espiritus.
El viento es tan descontrolado en este punto del mundo y las olas tan embravecidas que por instantes pienso que son los muertos. Cuando era pequeña mi abuelo solía contarme que los lugares donde mueren personas injustamente, de manera violenta y que dejaron acciones pendientes en sus vidas no descansan en paz, y se hacen sentir de muchas formas. Igualmente mi madre, de profesión doctora, me explica que algo extraño sucede cuando fallecen las personas de manera violenta, cuando no es su momento.
El año pasado la cadena de maremotos que azotó Sri Lanka dio como resultado una incesante avalancha de información de diversa índole, y los reportajes más espeluznantes, hoy por hoy acreedores de premios a nivel internacional, narran cómo por las noches se continuan escuchando lamentos y gritos de las personas que murieron ahogadas.
Parece que este estrecho también guarda el mensaje de aquellos que aqui descansan, que el viento y las mareas se encuentran rebeldes y guardan mensajes.
La llegada a Tánger se retrasó 15 minutos más porque el mar desvocado no quería dar paso a territorio Marroquí. Pero valió la pena. Comprendimos que el mar es libre, que no entiende de pasaportes, visados o fronteras. El mar pasional e impasible con su cuerpo me arrebató los labios para llenarlos de su salado lenguaje, y me sacudió el cuerpo de bienvenida a un pedacito de África.
Tanger, Marruecos. Febrero 2006.- Marruecos es amarilla. La amarilla y redonda Marruecos. Tanger es su estrambótica hija. Tiene un faro pequeñito pero de luz intensa y constante, sus palmeras son muy largas y erguidas. Cuando atardece Tanger es una media naranja mal partida y de nubes moradas.
Sus mujeres son apariciones enrolladas en suaves telas y profundos ojos. Cuando llueve los hombres suelen hacer círculos bajo la bendición de la humedad y entonar extraños cánticos en árabe. La antigua Medina- pequeño mercado- de Tanger, es el corazón de esta ciudad.
En ella todo tipo de vendedores ambulantes ofertan su mercancía y pese a la pobreza en alguna esquina se asoma la perfecta armonía de sus mezquitas, que alegran sus calles con alma de costalito viejo y corazón de oro.
Hay un hombre ciego y muy viejo, de largas barbas que recorre todo el día el mercado tangerino pidiendo limosna. Con su bastón busca suelo seguro, y con sus manos descocidas implora al cielo pan y descanso. Pese a sus miserias el paso de su andar parece seguro, con sus ojos en blanco afronta lo duro sin miedo, como esta costa africana que se entrega sin reparo a la profunda fuerza de su oleaje.
Tanger como media naranja de nubes moradas, sabe ser perfecta pues se embaraza de estrellas para recibir la luna, con su ciego y sus mujeres enrolladas en seda y mirar profundo es la estrambótica hija de África.
Rabat, Marruecos (Febrero 2006).- Eran las cinco de la mañana. Llovía en Rabat. Los cánticos en árabe se confundian con la canción suave de la lluvia. En Marruecos se reza 5 veces al día. A las 5 de la mañana, a las 12, a las 3, a las 5 y el último rezo es a las 8 de la noche.
El sonido de las oraciones parecen un canto nostálgico y lejano, de otras épocas. Mohamed me explica que las oraciones son para que Alá les indique lo que desea, lo que ese día deben seguir. Los laberintos de palacios, y mezquitas se dibujan a temprana hora en Rabat, capital de Marruecos. El amarillo se repite, mezclado en el verde y marrón de las piedras.
El rezo es sagrado, y en las esquinas del pueblo hay bocinas que reproducen las oraciones. El amanecer es increíble en Rabat, entre rezos y un sol de fuego que baña el verde intenso de África, un verde que sólo existe aquí, en Marruecos. El trayecto en tren de Meknes a Rabat es colorido y lento. Toda la costa de Marruecos se pega a las ventanas del trenecito marroquí de color rojo y amarillo. Es un mar incensante y eterno, infinito. Un mar que comunica hasta en sus últimas olas el milagro de la vida, la perfección en la creación de los dioses.
Pese a la pobreza que permea por todas partes la gente es humilde y entregada. Las mujeres enrolladas en telas suaves trabajan con las manos lastimadas, con los pies destrozados siguen adelante, y los hombres de largas barbas y jelabas blancos ofrecen en los mercados una especie de camarones saltarines, "se comen crudos"....Me dicen cuando los compré, y las calles de Rabat guardan, pese a su pobreza, una inmensa magia en cada esquina, una espiritu milenario y un corazón que late, y vive pese a lo duro de su vida.

* Periodista mexicana

libertadargelia@yahoo.es

20 de marzo de 2006

¿Dónde quedaron las manifestaciones contra la guerra?



Un grito, miles de gargantas, millones en el mundo dijeron ¡No a la Guerra! Esa clase trabajadora, desempleados, jubilados, estudiantes, artistas, hombres y mujeres de todas las condiciones y edades, todos y todas las creadoras de riqueza quitaron legitimidad a los gobiernos que se unieron con el objetivo de invadir a Irak.

Porque las movilizaciones en el mundo se convirtieron en un referéndum del que todos gobernantes tomaron atenta nota, si que la tomaron y hasta gobiernos depuestos por las urnas, leáse España.

Esos millones se convirtieron en la fuerza más grande de los últimos tiempos y la primera demostración de un extraordinario poder, sentimiento y convicción unidos en un baño de amor por la paz, en una comunión de enérgica solidaridad, en potencia sobre la prepotencia.

El pueblo entendió que hoy lo revolucionario es decir no a la guerra, es salir del escepticismo en el que ha caído, es buscar nuevos caminos y en ellos, pero...y ¿dónde están hoy? Porque los estudiantes franceses rechazan en las calles la reforma laboral del gobierno de Dominique de Villepin, en especial el contrato del primer empleo que autoriza el despido de los jóvenes menores de 26 años sin causa justificada. ¿Dónde queda la solidaridad del 68 en la batalla contra la guerra en Vietnam?

¿Dónde están las personalidades de Estados Unidos con aquel documento “No en nuestro nombre” y las decenas de artistas e intelectuales en el mundo que salieron de las sombras? ¿Dónde están? Irak se desangra.

13 de marzo de 2006

La poesía deja volar


Es desnudar el alma y contar el estado de nuestro espíritu, es dejar sobre papel lo más íntimo, un algo de nuestra subjetividad, es plasmar el orden el simbólico con el que actuamos o los resorte más profundos que nos impulsan a vivir y a descifrar los códigos para estar.
Durante siglos, estuvimos sin derechos recluidas en la casa, en la huerta, en el convento y nos quedó la palabra, la palabra para expresar nuestros sentimientos, para educar a los hijos, para pensar y arrebujar nuestras cuitas y enojos en lo más hondo.
“Gracias a la vida que me ha dado tanto/ me ha dado el sonido y el abecedario/ con él las palabras que pienso y declaro…” escribió y cantó Violeta Parra, la legendaria chilena que nos regaló su saber mediante la palabra.
María Zambrano, la pensadora y filósofa española dice que el pensamiento griego surgió con la separación entre lo sagrado y el pensamiento lógico por lo que el pensamiento contemporáneo se encuentra basado en la razón ciega, lo que para otros es la irrupción de la conciencia en Atenas.
Ella considera la necesidad de abrirnos a lo divino y lo “divino” está dentro, para otros es la autonomía del individuo que podrá proyectar lo que pertenecía a lo sagrado sobre un individuo de carne y hueso.
De cuanto si estoy segura es de la urgencia de airear el inconsciente y convertirlo en palabra, y esa palabra transformarla en versos, en poesía, no importa que para el mundo esté devaluada porque ella no pide ni produce bienes materiales, con ella damos, nos entregamos. Parafraseando a María Zambrano necesitamos expulsar esa nada del paraíso de la razón.
Dejar nuestro imaginario plasmado, darle vida a los fantasmas nos enfrenta al espejo, a ese otro yo o ese ser desconocido, nos dota de alas para llevarnos lejos, a conocer otros mundos, al mundo de la creación. Frida Kalho lo representó con su pintura, otro camino para reconocerse. “Pies para que os quiero si tengo alas para volar.”
Alfonsina Storni, la poeta argentina nos dejó confidencias y reflexiones. “Anda, date a volar, hazte una abeja/ en el jardín florecen amapolas, y el néctar fino colma las corolas; mañana el alma tuya estará vieja.”
Alejandra Pizarnik, también argentina, se confiesa en “Esta lúgubre manía de vivir/ esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra, Alejandra, no lo niegues/. Hoy te miraste al espejo/ y te fue triste, estabas sola,/ la luz rugía, el aire cantaba/ pro tu amado no volvió.”
Ellas lo han podido expresar, contar, discernir. Cada una de nosotras lleva entro su propia locura e inquietudes, sus amores y desamores, sus mezquindades, sus duelos quizá sin hacer que podemos transformar en creación, en poesía, y en poesía podemos convertir hasta el silencio. Silencio indeterminado/lejos del tiempo/ ausente de espacio/ graves y agudos recuerdos/…Silencio sacro/ de espíritus, almas y dioses/ amos del silencio…/ ¡Qué retumben!/ ¡Qué retumben! Que retumben/ las voces del silencio

6 de marzo de 2006

Las niñas y la guerra en Colombia

La participación militar de las mujeres colombianas en lo que se denominó La Violencia (con mayúsculas) en los años 50 fue casi inexistente, situación que cambió con los movimientos de liberación en los años 60, pero que también fue gradual.
Hoy asistimos a una amplia participación de mujeres en los diferentes grupos armados; sobra decir que actúan internamente dentro de estructuras militares y direcciones piramidales en los que la mujer históricamente ha tenido un mínimo acceso; es decir, que no es precisamente que se incorporen a un mundo democrático.
¿Por qué se vinculan entonces las mujeres a los grupos armados en los que se incluyen guerrillas y paramilitares?
La respuesta es compleja y debe contextualizarse; unos fueron los móviles de ayer y otras las razones que conducen a tal decisión de un considerable e indeterminado número de mujeres. Las cifras bailan, pero estamos hablando de miles.
Según estudios realizados por la Universidad Nacional de Colombia en 2003, y de acuerdo con las respuestas dadas por niñas y niños desvinculados de los grupos armados, han llegado a ellos por dinero o por necesidad económica, lo que quiere decir que los ideales, por lo menos de los grupos de la izquierda, quedaron atrás: en la actualidad existe un mercado de trabajo entorno a la guerra.
Durante las décadas anteriores, muchas mujeres se vincularon a los movimientos de liberación porque encontraron una posibilidad de compromiso político, de hallar un lugar que las tuviera en cuenta y elevara su autoestima; no obstante escasas llegaron a cargo de dirección.
Valdría la pena realizar un estudio sobre el proceso de las mujeres a su paso por los grupos armados, y preguntarse por qué la guerra, que tradicionalmente han hecho los hombres, finalmente enganchó también al sexo femenino.
La construcción del género está en permanente proceso; desde luego, los cambios económicos políticos y sociales inciden en los enfoques e interiorizaciones. Colombia, con más de medio siglo en permanente conflicto armado, ha llegado a un momento de desgaste y deterioro que se refleja en la oferta y demanda de empleo que nada tiene que ver con la lucha por un cambio social o por un cambio de roles de género.
La vinculación de niñas a los grupos armados habla del estado en que se encuentra ese conflicto que parece no tener fin. Niñas menores de 18 años, hasta de diez, huyen de la violencia intrafamiliar, de los abusos sexuales, de la crisis económica y hasta de su propia crisis de identidad como adolescentes, y buscan protección y refugio.
Se trata de menores con un bajo nivel educativo que en la mayoría de los casos no han terminado la primaria, han probado algún tipo de droga y estado en algún combate.
¿Combate para qué? Ellas no reciben formación y desconocen sus derechos; lo mismo les da estar en la guerrilla, que en un grupo paramilitar o en el ejército. Estamos hablando de estudios de niñas y niños que, ya desvinculados, se encuentran bajo tutela del Estado y no se les considera delincuentes, sino víctimas
Las niñas, niños y jóvenes que son capturados, que se entregan voluntariamente o son entregados por el mismo grupo, entran a un programa especial.
Da particular horror leer sus testimonios, en los que declaran sus dolores, sus acciones en los grupos; las niñas, en algunos casos, pasan a ser las “compañeras de sus jefes”, y en otros casos ellas ven las ventajas que da serlo y lo buscan con afán.
Para reconstruir Colombia es mucho lo que hay que deconstruir y nada justifica que los grupos admitan e inclusive lleven forzados a las y los menores de edad. No sólo desplazan a las familias de campo en su lucha por territorio, sino que engrosan sus filas con quienes deberían estar en una escuela.
¿Qué hace el Estado para cambiar la situación sociopolítica de Colombia? ¿Dónde está su responsabilidad? La inversión social va para el fortalecimiento del ejército. Los niños, las niñas de Colombia, iniciaron el siglo con un final abierto.