13 de marzo de 2006

La poesía deja volar


Es desnudar el alma y contar el estado de nuestro espíritu, es dejar sobre papel lo más íntimo, un algo de nuestra subjetividad, es plasmar el orden el simbólico con el que actuamos o los resorte más profundos que nos impulsan a vivir y a descifrar los códigos para estar.
Durante siglos, estuvimos sin derechos recluidas en la casa, en la huerta, en el convento y nos quedó la palabra, la palabra para expresar nuestros sentimientos, para educar a los hijos, para pensar y arrebujar nuestras cuitas y enojos en lo más hondo.
“Gracias a la vida que me ha dado tanto/ me ha dado el sonido y el abecedario/ con él las palabras que pienso y declaro…” escribió y cantó Violeta Parra, la legendaria chilena que nos regaló su saber mediante la palabra.
María Zambrano, la pensadora y filósofa española dice que el pensamiento griego surgió con la separación entre lo sagrado y el pensamiento lógico por lo que el pensamiento contemporáneo se encuentra basado en la razón ciega, lo que para otros es la irrupción de la conciencia en Atenas.
Ella considera la necesidad de abrirnos a lo divino y lo “divino” está dentro, para otros es la autonomía del individuo que podrá proyectar lo que pertenecía a lo sagrado sobre un individuo de carne y hueso.
De cuanto si estoy segura es de la urgencia de airear el inconsciente y convertirlo en palabra, y esa palabra transformarla en versos, en poesía, no importa que para el mundo esté devaluada porque ella no pide ni produce bienes materiales, con ella damos, nos entregamos. Parafraseando a María Zambrano necesitamos expulsar esa nada del paraíso de la razón.
Dejar nuestro imaginario plasmado, darle vida a los fantasmas nos enfrenta al espejo, a ese otro yo o ese ser desconocido, nos dota de alas para llevarnos lejos, a conocer otros mundos, al mundo de la creación. Frida Kalho lo representó con su pintura, otro camino para reconocerse. “Pies para que os quiero si tengo alas para volar.”
Alfonsina Storni, la poeta argentina nos dejó confidencias y reflexiones. “Anda, date a volar, hazte una abeja/ en el jardín florecen amapolas, y el néctar fino colma las corolas; mañana el alma tuya estará vieja.”
Alejandra Pizarnik, también argentina, se confiesa en “Esta lúgubre manía de vivir/ esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra, Alejandra, no lo niegues/. Hoy te miraste al espejo/ y te fue triste, estabas sola,/ la luz rugía, el aire cantaba/ pro tu amado no volvió.”
Ellas lo han podido expresar, contar, discernir. Cada una de nosotras lleva entro su propia locura e inquietudes, sus amores y desamores, sus mezquindades, sus duelos quizá sin hacer que podemos transformar en creación, en poesía, y en poesía podemos convertir hasta el silencio. Silencio indeterminado/lejos del tiempo/ ausente de espacio/ graves y agudos recuerdos/…Silencio sacro/ de espíritus, almas y dioses/ amos del silencio…/ ¡Qué retumben!/ ¡Qué retumben! Que retumben/ las voces del silencio

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